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Desde tiempos inmemoriales el hombre se ha valido de distintas substancias químicas como armas personales y también instrumentos militares. Probablemente las primeras armas químicas que el hombre haya usado sean los venenos. En la antigüedad los ejércitos acostumbraban a emplear algunos agentes químicos para envenenar los pozos de agua y también evitar el movimiento de los ejércitos contrincantes. Hay autores que remontan su origen hasta el paleolítico, otros hallan referencias a su ocupación en los cantos homéricos y en la literatura latina. Los venenos asimismo se usaron para llevar a cabo aún mucho más mortal el accionar de flechas puñales y lanzas. En la Edad Media, en España, a lo largo de la guerra de reconquista, tanto los cristianos como los moriscos –árabe- acostumbraban a enherbolar sus flechas con vedegambre, que generalmente llamaban “yerba de ballesters”. Años después, los españoles al llegar a América debieron combatir las flechas envenenadas de los indígenas que fueron para ellos una auténtica pesadilla. Los indígenas americanos usaban venenos vegetales y animales para la caza y la pesca, pero asimismo como arma de guerra. Un relato de la temporada detalla de esta forma sus efectos: “Se vuelca veneno a las aguas y se logra la pesca prodigiosa y abundante; solo es necesario que un dardo angosto y frágil, impulsado por la cerbatana, arañe la piel del animal, para cobrar la parte sin pelea, velozmente inmovilizada”. En América precolombina múltiples substancias tóxicas fueron usadas como socorrieres a la caza, para contaminar las aguas de ríos y lagos de manera de confundir los peces y hacer más simple la pesca, todavía el día de hoy ciertos indígenas amazónicos prosiguen empleando venenos en este modo. Los venenos asimismo fueron el arma ideal de las intrigas políticas de siempre. En la literatura, William Shakespeare les dio un papel personaje principal en sus dramas. Asimismo la Historia testimonia que varios individuos trascendentes probablemente hayan descuidado ese planeta ayudados por las indiscretas gotas de alguna substancia introducida en sus bebidas y alimentos. En la mayoría de los casos, el veneno fue considerado desde hace tiempo un arma caracteristica de mujeres o traidores. Agripina, nieta de Augusto y mujer del emperador Claudio y la hermosa Lucrècia Borgia fueron siempre y en todo momento destacadas como hábiles envenenadoras. Pero si alguien considera que esa utilización de substancias químicas es cosa del pasado se confunde. A lo largo de la Guerra Fría, a fines de la muy ardiente década de 1950, el gobierno de la URSS apeló al empleo de un arma química para matar a 2 líderes del nacionalismo ucraniano en el exilio. La operación fue montada por el Komitete Gosudarstvennoi Bezopasnosti, mucho más popular bajo la horrible sigla de KGB, que identificaba el servicio de sabiduría y seguridad de la Unión Soviética. La compromiso fue asumida por el Departamento 13, de su Primer Directorio Primordial, solicitado de el intelecto exterior. La misión se confió al agente Bohdan Mykolaievych Stashinsky a quien se dio un arma desarrollada por el laboratorio de la KGB, ubicado en Jozaiaistvo Jeleznovo. Exactamente la misma consistía en una pistola de aerosol, que disparaba un chorro de gas venenoso que viene de una botella de cianuro que se rompía y provocaba un paro cardiaco a la víctima. El atacante, para protegerse mientras que realizaba el ataque, debía cubrirse las fosas nasales con un pañuelo embebido en un antídoto. Empleando esta pistola química Stashinsky asesino el 12 de octubre de 1957, en la localidad de Munich, en el ideólogo de la Coalición del Trabajo Nacional de la República Federal Alemana, un escritor disidente ucraniano, Lev Rebet, en la escala de entrada a las áreas de trabajo del períodico “Suchasma Ukraina” donde este tenía un trabajo de periodista. Ni los familiares de la víctima ni las autoridades advirtieron el ataque y atribuyeron la desaparición a un paro cardiaco. Un par de años después, el asesino cobró a una exclusiva víctima. El 15 de octubre de 1959, Stashinsky asesino al líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos, Stepan Bandera, en la entrada de su vivienda en la localidad de Múnich. Asimismo en un caso así el homicidio paso inadvertido y se adjudicó la desaparición a causas naturales. Por sus «fabricadas», Bohdan Stashinsky recibió, en 1959, la Orden de la Bandera Roja entre las condecoraciones mucho más esenciales de la Unión Soviética de manos del presidente del KGB, Alexandr Nikoláievich Shelepin. La realidad sobre los homicidos se descubrió últimamente en 1961 en el momento en que Stashinsky abandonó a la República Federal Alemana. Para ser justos asimismo debemos apuntar que en estos años la Agencia Central de Sabiduría estadounidense asimismo realizó ​​proyectos para matar al dirigente cubano Fidel Castro a través de la utilización de venenos, si bien semeja que jamás llegaron a la etapa de implementación. Mucho más últimamente, en Ucrania, el candidato presidencial Víctor Yushchenko, fue envenenado con tetraclorodibendioxina (TCDD) o “dioxina Seveso”, un tóxico que causa acné clorico, lesiones cutáneas deformantes con gigantes enormes y fuertes trastornos digestibles. Yushchenko sospecha que el veneno le fue suministrado a lo largo de una comida con el directivo del Servicio de Seguridad de Ucrania, general Igor Smeshko, el 5 de septiembre de 2004. Lamentablemente este no fue el único caso de ocupación de veneno como a arma en el viejo territorio soviético. Pero los venenos, si bien eran los modelos químicos mucho más usados con propósitos militares, no eran los únicos. Desde la antigüedad asimismo se han usado elementales gases y humos tóxicos. En el siglo V a. C. (431-404), a lo largo de la guerra del Peloponeso, entre Es-parta y Atenas, los espartanos emplearon dióxido de azufre y brea producto asfixiante que ordena a la evacuación de sitios cerrados como grutas y que habría tolerado la atrapa de un fuerte ateniense donde fue introducido por un orificio. Pero no es la referencia mucho más vieja, diríase que los chinos, unos mil años antes de Cristo, usaban ahora humos arsenicales con exactamente la misma finalidad. Otros enfrentamientos a lo largo de temporadas siguientes enseñaron la utilización del humo y el fuego. Los helenos, a lo largo del siglo VII antes de Cristo idearon el Fuego Heleno, una combinación de resina, azufre, brea, caliza y salitre. Esta mezcla flotaba en el agua y era especialmente útil en operaciones navales. Como estos, sobran los ejemplos. Los indígenas americanos empleaban de forma frecuente humos tóxicos y substancias irritantes en sus guerras. De este modo lo testimonia el historiador Agustín Zapata Gollan: “En varias zonas de América, como los Tupinambá en Brasil, empleaban, además de esto, otro recurso que puede considerarse precursor de la actualizada guerra de gases.” “Frente a los contrincantes fortificados y protegidos por fosos y empalizadas encendía enormes fogatas en las que lanzaban ají, pimienta y otros vegetales del mismo modo irritantes que generaban un humo urticante, espeso y asfixiante, que, favorecido por el viento, invadía el rancherería forzando a los pobladores a salir agobiados de su cobijo. Los efectos del humo se manifestaban enseguida por una intensa irritación de las vías respiratorias.” «La utilización de este trámite en el ataque de sitios fortificados englobó no solo ciertas zonas de Brasil, sino más bien asimismo de México y Canadá.» Asimismo el historiador Alberto M. Salas refiere la utilización de fatales sahumerios de ají molido, de pimienta y de otras substancias irritantes. El ají es una planta de america cuyas variedades, singularmente las que generan un fruto mucho más pequeño, muestran una excepcional concentración de tóxico. En todas y cada una de las etnias precolombinas el ají cumplía un papel señalado como elemento culinario y símbolo de homena y virilidad. Sales reunió a presentes sobre la utilización de humos tóxicos de ají como elemento de tortura por la parte de los indígenas mexicanos de Cuetlaxtlan para ajusticiar mensajeros y mercaderes aztecas. Las víctimas eran encerradas en una habitación y ahogados con el humo de múltiples fardos de Chile a los que prendían fuego. Asimismo en el altercado y la destrucción del primer establecimiento hispano en América, el fuerte Natividad, en la isla De españa, los indígenas emplearon primitivas armas químicas. Los atacantes lanzaron calabazas conteniendo polvo de ají y cenizas en la empalizada que resguardaba a los españoles ocasionando en los defensores violentos estornudos, tos y conmociones que les forzaban a bajar las rodajas y les impedían cargar los arcabuces. Instante que aprovechaban los indígenas para derrumbar a los españoles con las flechas. Salas asimismo relata que indígenas canadienses realizaban un complejo químico con venenos vegetales que mezclaban con grasa de lobo marino y que untaban a los haces de leña para ocasionar un espeso y asfixiante humo que con capacidad dirigían contra sus contrincantes. Para finalizar, apunta Salas, que los españoles terminaron adoptando los métodos indígenas de combate. De esta manera emplearon humos tóxicos en sus asaltos a los pobladores indígenas. En Chile, a lo largo del siglo XVII -por servirnos de un ejemplo- los conquistadores españoles usaron humos de ají para desocupar a los indios pieles de sus cobijos en grutas y cavernas. En el Renacimiento, a lo largo del siglo XVI, los alemanes fabricaban bombas pestilentes empleando pezuñas y cuernos de animales molidos que mezclaban con una resina vegetal pestilente para constituir una substancia que recibía el nombre de Asafétida. Estas bombas químicas se encendían para producir un humo tóxico. En esa temporada la república de Venecia empleó venenos inespecíficos que afectaban a la gente, cosechas, animales y pozos de agua de otros estados oponentes. Tras varios años de ocupación, últimamente en la segunda mitad del siglo XIX, en medio de una Revolución Industrial, el hombre mostró alguna preocupación por eludir la utilización de los modelos químicos como arma. Los primeros intentos en detallar regulaciones proclives a evitar la ocupación de este género de medios militares se remontan a la Declaración de Bruselas, de 1874, «que prohibió la utilización de venenos y armas envenenadas a los conflictos armados». Años después, la “Charla de la Haya de 1899” en su Producto 2º condena “la ocupación de proyectiles cuya única finalidad es la difusión de gases agobiantes o deleterios”. Lamentablemente la Convención no fue suscripta ni por USA ni por Enorme Bretaña. Entonces, los británicos habían usado humos tóxicos en el sitio de Sebastopol de 1894 y más tarde emplearían proyectiles de artillería conteniendo gas a lo largo de las “guerras Anglo – Boer” –1899/1902-. No obstante, veintisiete países suscribieron este acuerdo en todo el mundo. No obstante, la utilización de artículos químicos como armas de destrucción masiva últimamente se generalizó en el siglo XX. En 1914, al reventar la Primera Guerra Mundial, el científico Fritz Haber puso predisposición del esfuerzo de guerra alemán el Centro de Indagaciones Kaiser Wilhelm, de Berlín, donde se formó una comisión segrega que se dedicó a desarrollar substancias químicas para el empleo bélico. A inicios de 1915 el Estado Mayor alemán logró de el el emprendimiento de una guerra química y en el tercer mes del año de ese año se lanzó el primer ataque de esta clase. “La guerra química de especificaciones recientes –apunta Bomaggio– se realizó que se encuentra en el ámbito mundial el 22 de abril de 1915 en el frente belga; en una región famosa como la salent de Yprés. En la madrugada de ese día, las fuerzas alemanas abrieron 5.000 tubos de cloro que el viento dispersó en el ámbito aliado, en un frente seis km. La niebla tóxica dejó a su paso a fallecidos y diez.000 heridos. Fue el debut masivo de las modernas armas químicas”. 2 divisiones francesas, a las que se habían anexado tropas argelinas, fueron las primordiales víctimas. Los desgraciados sobrevivientes, abriendo la boca deseoso de aire, lanzaron sus armas y fueron tambaleándose hasta la retaguardia. El efecto fue fulminante, pero los alemanes no explotaron el éxito por el hecho de que los soldados de su infantería no se atrevieron a apoderarse el lote ocupado por sus gases. El Estado Mayor alemán tampoco preparó ninguna tropa de reserva dotada de máscaras. Los alemanes temían no poder supervisar las capas de gas si el viento modificaba, y la orientación del frente suponía para ellos desventaja, por el hecho de que los vientos del Oeste son los que dominan entre Flandes y Argonne. Además de esto, el mando alemán no consideró el ataque mucho más que una experiencia a la que no le asignó valor estratégico. No obstante, hubo múltiples asaltos con gases que la opinión pública en todo el mundo condenó apasionadamente, considerándolos como un atentado a las “leyes de la guerra”. A esto respondieron los alemanes que los gases eran la contestación a las bombas de fósforo francesas ahora las bombas inglesas de picrí, algo que no semeja exacto. Fuera lo que fuera, los ingleses usaron por su parte capas de gas en Loos en el mes de septiembre de 1915, al tiempo que los franceses usaron obuses de gases, práctica que próximamente prosiguieron los ingleses y alemanes. A lo largo de 1916 y 1917, Francia usó más que nada obuses de fosgen, Alemania los gases verdes y amarillos y en los dos campos más que nada la iperita -gas mostaza-. Este gas venenoso se encontraba largo tiempo contaminando el lote a lo largo de días con apariencia de gotas similares al rocío, y era con la capacidad de atravesar la ropa y el zapato corroyendo la piel. En los tres años siguientes se inventarían y probarían 45 agentes químicos. La industria de la guerra fabricaba gases llamados Cruz Verde, Cruz Blanca, Cruz Azul y Cruz Amarilla, formados por compuestos orgánicos con cloro y arsénico derivados del ácido cianocloruro. Las armas químicas se emplearon en prácticamente todos los frentes de combate y sus efectos dañaron precisamente a un millón y medio de personas, dejando un saldo –solo en el frente occidental- de 300.000 muertes. No obstante, las 110.000 toneladas de agentes químicos usados en la Enorme Guerra no tuvieron un encontronazo definitivo en el resultado de la contienda sino agregaron una cuota de horror a la enorme catástrofe europea. No obstante, la utilización de estas armas de destrucción masiva despertó un profundo rechazo a la población que más allá de que no impidió su fabricación y empleo, dio rincón a intentos de evitar su proliferación a través de tratados de todo el mundo . Al terminar la Primera Guerra Mundial los gobiernos comprometidos en la contienda enseñaron una preocupación creciente por achicar los efectos mortales ocasionados por la utilización de este género de armamentos. Es de esta forma, como en el extenso entramado de tratados de paz que entienden la llamada “Paz de París” los gobiernos adoptaron medidas proclives a limitar la ocupación de los instrumentos militares que formaban las armas de destrucción masiva de la temporada: los submarinos, los blindados, la aviación, lanzallamas y muy en especial: los gases tóxicos. Tratados de paz como el Versalles -28 de junio de 1919-; Saint Germain-en-Laye -diez de septiembre de 1919-, Neuilly-Sur-Seine -27 de noviembre de 1920-, el de Trianon -4 de junio de 1920- y el de Sévres -11 de agosto de 1920-, prohíben la utilización, fabricación y también importación de gases agobiantes, venenos o elementos tóxicos, adjuntado con materiales o gadgets relacionados con su utilización. Asimismo en los tratados de paz suscriptos de manera directa por USA con los estados de Europa Central se incluyeron prescripciones observando la utilización de armas químicas. El tratado firmado con Alemania, el 25 de agosto de 1921, por poner un ejemplo, prohibía a esta nación la posesión de gases y líquidos tóxicos, agobiantes o afines. El fallido “Tratado de Washington sobre Desarme”, de 1922, en su producto V, prohibía rigurosamente: “la utilización de guerra de gases agobiantes, tóxicos o afines y de todos líquido o material de efectos equivalentes”. Si bien ratificado por USA el tratado jamás entró en vigencia por la oposición de Francia en otras caracteristicas del acuerdo. En el periodo entre las dos guerras mundiales al propagarse la teoría de la “guerra total” desarrollada por el general alemán Erich von Ludendorff se temió que las armas químicas unidas a los crecientes desarrollos en el bombardeo aéreo constituyeran armas apocalípticas que serían usadas en las futuras batallas militares . De esta manera, lo expuso nuestro Ludendorff: “la guerra total no libra a absolutamente nadie, no respeta nada. Todas y cada una de las armas van a ser usadas, más que nada las mucho más atroces, que son las mucho más eficientes… La guerra futura va a ser conducida hasta el aniquilamiento no solo del ejército enemigo, sino más bien asimismo de la población. Bombardeos aéreos, gas asfixiante, bacilos, van a ser intensamente usados en esta obra de muerte”. Los vaticinios de Ludendorff provocaron, en su tiempo, enorme preocupación en la opinión pública, lo que no fue óbice para otros compatriotas sus remesas en exactamente la misma dirección; de esta forma, en 1935, el comandante M. K. L. von Oertzen consignó en su libro Grundsätzeder Vehrpolitik: “Si las ciudades son demolidas por las llamas, si las mujeres, y los pequeños son víctimas de gases agobiantes, si la población de ciudades abiertas ubicadas a mucha distancia de los frentes cae víctima de las bombas y de los torpedos lanzados por los aeroplanos, es realmente difícil seguir la guerra”. Se debe a este tiempo alarmista que los gobiernos intentaron la aprobación de algún instrumento legal que limitara la utilización de estos medios de destrucción. De este modo llega, el 17 de junio de 1925, a la firma del “Protocolo de Ginebra”, el acuerdo en todo el mundo de mayor trascendencia hasta la firma de la Convención de 1993. El Protocolo fue firmado en una primera etapa por 40 y nueve estados – sobre 120 naciones en el planeta- y entro en vigencia en 1928. Raramente, USA, que fue su primordial motor se negó a suscribirlo hasta 1975. Pese a su relevancia como instrumento designado a evitar la proliferación de armas químicas cuyo Protocolo tenía series restricciones. No establecía prohibiciones a la producción y almacenaje, no detallaba mecanismos de verificación ni imponía sanciones a quienes violaran el acuerdo. De ahí que, siguieron los sacrificios por detallar un régimen de control de armas químicas mucho más eficiente. A lo largo de la Charla para la Reducción y Restricción de Armamentos de 1932 y la Convención Inglesa de Desarme de 1933 se procuró seguir sobre el tema sin éxito. Tristemente, los tratados suscriptos no impidieron que 2 décadas después Italia emplease esta clase de armas en su guerra de conquista colonial en Etiopía a lo largo de los años 1935 a 1937. Según consigna Bomaggio, en esta contienda participaron partes del Regimiento Químico, constituido a inicios de esta década, con 2 compañías químicas y 4 guerrillas químicas. Los italianos emplearon bombas de gas mostaza en la región de Tacazzé, en el mes de diciembre de 1935, bombas de benzol/imperita a inicios de 1936, en Macallé y granadas de 105 mm, cargadas con arsenamina a lo largo de la guerra de Endertá, del diez al 15 de febrero de 1936. Se calcula que mucho más de 15.000 etiopes fallecieron bajo los efectos de las armas químicas italianas en esta contienda. Es esencial resaltar que Italia había adherido al Protocolo de Ginebra que usaba este género de armamentos. Mientras que trabajaba en el avance de insecticidas, y por un incidente en el laboratorio, Gerhard Schrader descubrió en 1935 al primer agente neurotóxico, llamado tabún, que en la clasificación militar estadounidense se conocía como GA -German Agent A-. En el incidente, Schrader y su ayudante han quedado expuestos a lo largo de breves momentos en el tabú -que como insecticida había terminado eficazmente con los piojos usados para prueba-, siendo atacados inmediatamente con adversidades respiratorias y dilatación de la pupila. Al hallazgo del tabú próximamente le prosiguió el del sarín y el somano; los tres son compuestos orgánicos (de carbono) que poseen fósforo y afectan claramente al sistema inquieto central. Por fortuna, más allá de que tanto los Socios como las potencias del Eje contaban con esenciales arsenales químicos el miedo a represalias y por el pobre resultado que la ocupación de las armas químicas había tenido en la Primera Guerra Mundial. No va a ocurrir lo mismo en los enfrentamientos de la Guerra Fría. El tiempo de tensiones y de carrera armamentista dominante en estos momentos no contribuyó a seguir en el control en todo el mundo de los armamentos químicos, a la inversa, estas armas adquirieron una difusión sin precedentes. A lo largo de la Guerra de Corea, China y Corea del Norte acusaron a USA de usar armas biológicas y químicas. Si bien las acusaciones jamás fueron probadas, Bomaggio asegura que hubo rastros de la ocupación de agentes neurotóxicos del conjunto V. Una década después, Cruz Roja En todo el mundo verificó que Egipto, gobernado entonces por Gamal Abdel Nasser, empleó gas mostaza y agentes V, proveídos por el gobierno de la URSS, contra los rebeldes yemeníes. Las armas químicas fueron usadas en sitios poco alcanzables, como los pueblos de Al-Kitaf, Gadaf, Gabar y el Kawna. A lo largo de la guerra de Vietnam USA empleó una extensa selección de artículos químicos como materiales de guerra, singularmente herbicidas y gases antidisturbios. Gases del tipo CN, DM y CS y el alucinógeno BZ fueron usados en combate para obligar a los soldados de Vietcong a dejar las grutas, si bien habitualmente provocaban la desaparición de los damnificados. Asimismo emplearon en abudancia el llamado “Agente Naranja”, un herbicida producido por la DOW. Un informe anunciado por una compañía asesora canadiense alertó sobre los efectos del aguacero de agente naranja, que tienen dentro la polución de la cadena alimenticia y los consecuentes inconvenientes ambientales y de salud. La firma Hatfield Consultansts Ltd., estudió a lo largo de cinco años el encontronazo de los herbicidas lanzados sobre Vietnam entre 1962 y 1971. A lo largo de este periodo y como una parte de la “Operación Ranch Hand”, la fuerza aérea estadounidense efectuó mucho más de 6.500 metas de vuelo en las que pulverizaron precisamente 72 millones de litros de herbicidas sobre mucho más de 1,5 millones de hectáreas -cerca del diez% de Vietnam del Sur-. Aeroplanos y helicópteros volaban a menos de 500 metros del suelo y rociaban unos 250 litros de herbicida por cada una o 2 hectáreas de vegetación. Ochenta por ciento del producto continuaba sobre las copas de los árboles, mientras que el resto alcanzaba un nivel inferior o llegaba al suelo. Si bien la enorme mayoría -86%- de las metas eran efectuadas desde aeroplanos, el ejército estadounidense asimismo roció herbicida desde camiones, botes y hasta mochilas personales. Precisamente, una tercer parte del área fue rociada en más de una ocasión y 52.000 hectáreas fueron pulverizadas mucho más de 4 ocasiones. Según reportes oficiales del gobierno estadounidense, la “Operación Ranch Hand” destrozó el 14% de los bosques de Vietnam del Sur, incluida media parta de los manglares. El agente naranja representó al 60% de los herbicidas empleados para eliminar bosques y cultivos. Este producto es una mezcla de herbicidas 2,4-D y 2,4,5-T y tiene dentro dioxina generada a lo largo de la formulación del 2,4,5-T. A pesar de que los 2 herbicidas se degradan con bastante velocidad, la dioxina es un complejo enormemente fuerte que puede mantenerse en el ámbito a lo largo de décadas y ocasionar cáncer y otros problemas médicos. El estudio Hatfield halló altos escenarios de dioxina en la sangre de vietnamitas nacidos tras la guerra, lo que recomienda que los contaminantes son transmitidos por medio de la cadena alimenticia. Asimismo se hallaron altos escenarios de dioxina en peces y tejidos de animales. El gobierno de Vietnam afirma que 70.000 de sus pobladores están damnificados por anomalías de la salud creadas por el empleo de herbicidas. Aun las tropas estadounidenses resultaron perjudicadas por el herbicida presentando un prominente nivel de cáncer e inclusive anomalías innatas a sus descendientes. Tras terminar la guerra de Vietnam, el Departamento de Veteranos de Guerra estadounidense recibió 92.

helicoptero

276 reclamos de compensación relacionados con la ocupación del Agente Naranja, si bien solo 5.908 fueron atendidos. En un intento de seguir en las regulaciones que limitaran la utilización de las armas de destrucción masiva, en 1972 se apartó el análisis de las armas químicas de las biológicas y el diez de abril de 1972 quedó abierta para la firma la Convención sobre Prohibición del Avance, fabricación y almacenaje de armas bacteriológicas y de toxinas y su destrucción”. Al terminar la guerra de Vietnam, en 1975, así como se ha referido USA suscribió el Protocolo de Ginebra que prohibía la utilización de armas químicas. Pero las tropas estadounidenses no fueron las únicas en usar armas químicas en el sudeste asiático. Los vietnamitas emplearon armas químicas contra las guerrillas Khmers y contra las tribus rebeldes de Laos. Se han denunciado 261 asaltos con gases alterados y también incapacitante piel en la región habitada por las tribus rebeldes Hmong. Como se recordará, terminada la batalla entre USA y Vietnam, los vietnamitas se confrontaron a los chinos, en el mes de febrero de 1979, donde asimismo se usaron armamentos químicos. Ese año, empezó la invasión soviética en Afganistán. En la contienda que encaró El gobierno de Irak usó armas químicas contra su pueblo y contra los pueblos vecinos en el lapso de la guerra con Van a ir. El 16 de marzo de 1988 el régimen de Sadam Husein ordenó un ataque con armas químicas contra una aldea en Irak llamada Halabja. Aeroplanos de la Fuerza Aérea iraquí bombardearon Halabja y otras aldeas controladas por los separatistas kurdos con “bombas mudas” -de esta forma las llamaban los kurdos, gracias a que no reventaban-. El bombardeo solamente duró seis minutos pero, en el momento en que se extinguió el rugido de los motores, cientos y cientos de cadáveres horriblemente hinchados -con manchas de sangre en las orejas y las aletas de la nariz- se dieron a conocer desperdigadas por las calles. Familias enteras fallecieron tratando huír de las nubes de agentes neurotóxicos y de gas mostaza que recibían desde el cielo. No obstante, las viviendas, los utensilios de cocina y los árboles continuaban enigmáticamente íntegros. Jamás se supo la cifra precisa de muertos pero se estima que fallecieron unos 5.000 civiles kurdos. Varios que consiguieron subsistir padecieron secuelas siguientes con apariencia de cáncer, ceguera, anomalías de la salud respiratorias, abortos y deformaciones genéticas a sus descendientes. Tras el ataque a la localidad de Halabja, la red social mundial condenó la utilización de gas sarín, mostaza, VX y otros agentes venenosos por la parte de Irak. A lo largo de la guerra del Golfo (1991) no se emplearon armas químicas si bien los dos bandos las tenían en cantidad. No obstante, los soldados de la coalición encabezada por USA usaban equipos de protección QBN para una viable ocupación por la parte de las fuerzas de Saddan Hussein. Asimismo Israel distribuyó máscaras y antídotos entre su población civil por temor a un ataque químico que jamás se causó. Al término de la contienda los especialistas de ONU supervisaron la destrucción de considerable suma de misiles y jefes de guerra química en poder de los iraquíes. En honor a la verdad en los prácticamente setenta años siguientes a la firma del Protocolo de Ginebra poquísimo se avanzó en el control de las armas químicas y solo el objetivo de la Guerra Fría y la preocupación creciente de las considerables potencias por la difusión de este género de armamentos en el Tercer Planeta y el peligro de que armas de tan prominente poder destructivo terminaran a cargo de dictadores irresponsables y conjuntos terroristas, dejó sobrepasar las diferencias entre los estados y lograr un convenio mucho más extenso. El 3 de septiembre de 1992 la Charla de Desarme de Ginebra aprobó el artículo de la Convención sobre la Prohibición del Empleo, Avance, Almacenaje y Destrucción de las Armas Químicas, a la que han adherido 165 estados. La Convención quedó abierta a la firma el 13 de enero de 1993 ahora la fecha la han suscrito 160 países. Esta convención es el primer acuerdo sobre el desarme negociado en un marco multilateral que establece la supresión de toda categoría de armas de destrucción masiva en razón de un control en todo el mundo de app universal. La Convención consta del Preámbulo, 24 productos y 3 anejos que forman parte miembro. Esta tiene una duración sin limites y va a entrar en vigor 180 días tras la fecha del depósito del sexagésimo quinto instrumento de ratificación, pero, en ningún caso, antes de pasados un par de años actualmente en que quedó abierta a la firma. Todo Estado Parte en la Convención se compromete, sean cuales sean las situaciones –Art. Y, parágrafo. 1-, a: * No desarrollar, generar, conseguir, guardar, preservar o transladar armas químicas. * No usar armas químicas. * No comenzar preparativos militares para la utilización de armas químicas. * No asistir, alentar o inducir a absolutamente nadie a efectuar una actividad prohibida por la Convención. La Convención prohíbe, por otro lado, la utilización de agentes de opresión de altercados como procedimiento de guerra –art. Y, par.5-. Por otro lado, todo Estado parte se compromete a eliminar: * Las armas químicas, tal como las instalaciones para su producción, que tenga, tenga o que estén en un lugar bajo su jurisdicción o control –Art. Y, parágrafos 2 y 4-, debiendo haber terminado la destrucción diez años después, a mucho más demorar, de la entrada en vigor de la Convención –Art. IV, parágrafo. 6, y V, parágrafo. 8-; * Todas y cada una de las armas químicas que haya abandonando en el territorio de otro Estado Parte. De conformidad con el Anexo sobre la Verificación, que completa la Convención Arte. Y, parágrafo. 3-. La Convención tiene dentro una amplia y extensa definición de armas químicas, introduciendo todos los elementos que las conforman. Son, ya que, considerados armas químicas los próximos elementos, tomados conjunta o por separado –Art. II, parágrafos. 1, 3 y 9-; * Las substancias químicas tóxicas, incluyendo los reactivos utilizados ​​en su fabricación, salvo en el momento en que se destinan a objetivos no prohibidos por la Convención particularmente a objetivos industriales, agrícolas, de investigación, médicos, farmacéuticos, de protección contra modelos químicos, de cuidado del orden público o finas militares que no tenga relación con el empleo de armas químicas. * Las municiones y los gadgets premeditados de modo expreso a ocasionar la desaparición u otras lesiones a través de la liberación de substancias químicas tóxicas; * Cualquier material particularmente pensado para usarlo en relación directa con estas municiones y gadgets. Por “instalación de producción de armas químicas” se comprende todo aparato, incluido cualquier edificio que lo tenga dentro, desarrollado para crear o completar estas armas –Art. II, párr. 8- La Convención establece un sistema obligación de verificación del cumplimiento, por la parte de los Estados, de sus obligaciones comúnes en temas de destrucción. En este sistema, que se señala en los Anejos que completan la Convención, se establece la presentación de afirmaciones iniciales y después cada un año referentes a la producción química industrial del Estado –Art. III, IV, párr. 7, V, párr. 9 y VI, párrs. 7 y 8, y Anexo sobre la Verificación. La verificación propiamente esa se realiza según tres géneros de controles: las inspecciones de trámite fundamentadas en las afirmaciones nacionales –Art. IV a VI-, las verificaciones por demanda, cuyo único fin es saber los hechos relacionados con el eventual incumplimiento de la Convención –art. IX- o, finalmente, las inspecciones debidas a una inculpación de empleo de armas químicas –art. X-. Las substancias químicas tóxicas usadas para objetivos no prohibidos por la Convención y las instalaciones similares con ellas son asimismo objeto de verificación en virtud del Anexo sobre la Verificación –Art. VI, párr. 2-. La “Organización para la Prohibición de las Armas Químicas –OPAQ-“, tiene por misión por la app de la Convención y proveer un marco en el que los Estados Partes, que son de hecho integrantes de la Organización, logren ayudar y consultarse –Art. VIII, párrs. 1 y 2-. La Secretaría Técnica de la OPAQ, que tiene su sede en La Haya, está encargada de hacer las medidas de verificación y de prestar a los Estados Partes una asistencia técnica en el cumplimiento de las disposiciones de la Convención –Art. VIII, párrs. 3, 37 y ss-. Cada Estado Parte debe entablar o designar una “Autoridad Nacional”, que servirá de centro nacional solicitado de sostener un link eficiente con la OPAQ –Art. VII, párr. 4-. Esta desempeñará un papel de primer orden en la ejecución de las medidas de app de la Convención. La definición de su cometido, de su composición y de su poder de ejecución se deja a la discreción del Estado. Cada Estado Parte tiene la obligación de tomar, de conformidad con sus métodos constitucionales, las medidas legislativas y administrativas primordiales para cumplir las obligaciones estipuladas en la Convención –Art. VII, párr. 5-. Con el objetivo de eludir diferencias de interpretación, debería incorporarse a la legislación la definición de armas químicas establecida por la Convención. Según el Estatuto de Roma de 1998, la Corte Penal En todo el mundo va a ser competente para evaluar a los supuestos autores de crímenes de guerra, entre los que se cita el de usar gases agobiantes, tóxicos o afines o cualquier líquido, material o dispositivo análogo en los conflictos bélicos de todo el mundo –Art. 8 (2) (b) (XVIII)-. En virtud del principio de complementariedad, la rivalidad de la Corte solo se ejercitará en el momento en que un Estado está incapacitado para arrancar acciones penales o no desea llevarlo a cabo. cabe rememorar que, favorecerse de este principio, un Estado debe, antes dotarse de leyes que le dejen encausar a los autores de semejante delito La manera y el contenido de las otras medidas primordiales para utilizar la Convención de-penderán de las reservas de armas y de las instalaciones de que disponga un Estado Parte, tal como de la índole de la industria química. Sin ser pormenorizadas, estas medidas tienen que asegurar y fomentar: * La colaboración y la asistencia jurídica entre los Estados Partes para hacer más simple el cumplimiento de las obligaciones estipuladas en la Convención, particularmente por lo relacionado a la prevención y la opresión de las ocupaciones prohibidas –Art. VII, párr. 2- * La designación o lugar de una Autoridad Nacional encargada de sostener un link eficiente con la OPAQ y los otros Estados Partes –Art. VII, párr. 4-. * La transmisión obligatoria a la Autoridad Nacional, por la parte de las entidades concernidas, de la información importante para llevar a cabo afirmaciones nacionales justas y terminadas; * En el marco del sistema de verificación, y de conformidad con el Anexo sobre Verificación: la entrada y la salida de los equipos de inspección de la OPAQ y del material aprobado, el ingreso del aparato de inspección a las instalaciones y la realización de las inspecciones, espe-cialmente por lo relacionado a la toma de muestras y al análisis de estas; * La revisión de la reglamentación nacional en temas de comercio de substancias químicas, para hacerla coincidente con el objeto y el propósito de la Convención –Art. XI, párr. 2e-, de conformidad con las medidas de control demandadas por la Convención. Si bien la Convención formó un considerable avance en los intentos por desterrar es-te género de armamentos de los arsenales militares de ninguna manera solventó el inconveniente. Aún en el momento en que la Convención fue ratificada por la mayor parte de los países no significó que los países que tenían estas armas avanzaran relevantemente en el desarrollo de destrucción de exactamente las mismas y lo que es aún mucho más grave que dejaran de crear substancias químicas de empleo militar. La Federación de Rusia que ha reconocido contar con 44.000 toneladas de gases militares en siete centros de depósito, prometió eliminar exactamente los mismos para el año 2008, según lo predeterminado por la Convención, que ratificó en el mes de noviembre de 1997. Sin embargo, el gobierno ruso anunció que la destrucción de estas armas se ha demorado por carecer de fondos. Una primera evaluación estimó que la destrucción de esas armas demandaría 5.500 millones de dólares americanos, pero un revaluó reciente elevó esta cantidad a 7.000 millones. Hasta el día de hoy Rusia habría recibido 1.200 millones de dólares estadounidenses en asistencia financiera para la destrucción de estas armas, aportados primordialmente por los USA y los países de la OTAN. Pero, el gobierno ruso que considera estos aportes deficientes, anunció que retardará hasta el 2012. No obstante, un científico disidente, Lev Fyodorov, quien trabajó en la fabricación de es-tas armas en la temporada soviética y en la actualidad dirige la ONG “Unión para la Seguridad Química”, ha denunciado la presencia de cientos y cientos de depósitos furtivos con armas químicas en-terradas por toda la ex- Unión Soviética, aun depósitos en las repúblicas independientes de Belarús, Georgia, Kazajstán, Ucrania y Uzbekistán, que podrían contener hasta 120.000 toneladas de armas químicas. Tengamos en cuenta que la vieja Unión Soviética tiene una tradición respecto a la destrucción de armamentos y modelos tóxicos sin respeto por la preservación del medioambiente. En el Báltico, por servirnos de un ejemplo, los soviéticos –ayudados por los británicos- hundieron, entre 1946 y 1948, 302.875 toneladas de municiones químicas y envases metálicos que contenían substancias químicas de empleo militar. Media parta de los barriles, que estuvieron bajo el agua a lo largo de sesenta años, contenían gas mostaza. El resto contenían una docena mucho más de venenos fatales. Parece ser lanzaron 35.000 toneladas de artículos químicos desde buques en movimiento en la región ubicada en el sudoeste de Liepaja y en cercanías de la isla Bornholm. El mayor inconveniente para destrucción de las armas químicas es que no hay un trámite suficientemente seguro y económico para tener exactamente las mismas. El trámite mucho más usado es el calentamiento hasta la evaporación –quemado-, otros métodos consisten en entremezclarlos con otras substancias para conseguir de los gases mortales fertilizantes o explotar el arsénico, según el compuesto básico de exactamente las mismas. Asimismo resulta demasiado arriesgado el traslado de los armamentos químicos desde sus sitios de almacenaje a los centros de destrucción ordena a atravesar con los tóxicos áreas densamente pobladas lo que incrementa los peligros de casuales fugas o derrames casuales. Pero, lo mucho más grave, es que las potencias no dejaron de crear novedosas armas químicas. El científico ruso Vil Mirzayanov, fue encarcelado el 22 de octubre de 1992, por denunciar en un producto anunciado por el períodico moscovita “Kuranty” que Rusia se encontraba fabricando un gas binario el “Novichok” –recién llegado-. Los gases binarios están conformados por 2 substancias inocuas separadamente pero que consiguen carácter mortal al conjuntarse. En la situacion del Novichok, hablamos de un gas inquieto que aniquila por contacto y cuya toxicidad es diez mayor a la del VX. Un archivo elaborado por el Senado de los USA, el 26 de junio de 1996, presentaba pruebas de que Rusia se encontraba acrecentando su aptitud de producción de armas químicas y biológicas. Tristemente, Rusia no es el único estado que estaría construyendo esta clase de armamentos. Existirían patentizas de que Francia estaría construyendo un extenso rango de agentes discapacitantes –desde gas lacrimógeno hasta neurotoxinas y drogas psicoactivas- con el propósito de hacer armas químicas no mortales pero prohibidas por la Convención sobre Armas Químicas que ha suscrito este país. Es necesario poner énfasis que los USA no han brindado aclaraciones exactas de marcha de su desarrollo de destrucción de armas químicas. Según ciertas fuentes este país poseería entre 35.000 y 40.000 toneladas de armas químicas alojadas en ocho centros que serían: Tooele, cerca de Salt Lake, Utah; Umatilla, cerca de Pendenton, Oregon, Pine Bluff, cerca de Little Rock, Arkansas, Aberdeen, cerca de Baltimore, Maryland; Pueblo en Rojo; Anniston, cerca de Huntsville, Alabama; Newport, cerca de Terre Haute, Indiana y Lexington – Bluegrass, cerca de Richmond, Kentucky. Por otro lado, hay demandas de conjuntos irenistas y globalofóbicos respecto a que los USA podrían estar construyendo armas químicas y bacteriológicas. Lo que es demasiado grave si pensamos que la presencia de armas de destrucción masiva, entre aquéllas que se suponía había armas químicas y bacteriológicas, sirvió de explicación a los USA para publicar la segunda guerra contra Irak. Hasta el día de hoy jamás fueron encontradas armas de esta clase. Tampoco puede descartarse con seguridad que exactamente las mismas existiesen y hayan sido trasladas a un país amigo o aun demolidas por los iraquíes con la promesa de eludir el ataque. Finalmente esta reseña sobre las armas químicas debemos nombrar 2 hechos vinculados con ellas. El primer es su viable utilización por la parte de conjuntos terroristas. Al principio de este trabajo comentamos que las armas químicas podían ser fabricadas en forma fácil y económica. Esto hecho transforma a las armas químicas en una tentación para los conjuntos terroristas. Por suerte hay un solo caso registrado de empleo de armas químicas por la parte de conjuntos terroristas. En el tercer mes del año de 1995, integrantes de la secta “Aun Shinrykyo” –Verdad Suprema-, dirigida por Shoko Asahara, atentó con gas sarín contra el subterráneo –metro- de Tokyo ocasionando diez fallecidos y mucho más de 5.000 damnificados. Los integrantes de este conjunto de terroristas que asimismo disponían de bacterias capaces de producir toxinas fatales y se planteaban emplearlas, escogieron agredir el metro de Tokyo en la iniciativa que por este medio podrían inmovilizar la economía de Japón y inmovilizar la economía de Japón era parar entre los motores de la economía mundial. Más allá de que, este género de atentados no se ha repetido los especialistas en seguridad de todo el planeta no desechan que se generen más adelante. El segundo hecho relacionado con los armamentos químicos es el llamado “síndrome del Golfo”. Gran parte de los soldados de la coalición que participó de la Operación Tormenta del Desierto, en 1991, al poco tiempo de terminada esta campaña empezó a padecer una extraña patología, cuyos síntomas primordiales eran usuales migrañas, fatiga, diarrea, dolores articulares y pérdida de memoria. El extraño síndrome se instaló como un secreto al que los expertos no pudieron ofrecer resoluciones todavía. En un inicio, los gobiernos de la Coalición atribuyeron los síntomas al resultado del agobio vivido en el desierto, que habrían disminuido las defensas inmunológicas de los soldados. Asimismo se ha dicho extraoficialmente que Saddam Husein habría usado gases alterados o bacterias contra las tropas aliadas. Tengamos en cuenta que después de la contienda se encontraron y destroza-ron 5.000 toneladas de agentes químicos y al menos 30 cabezas de misiles cargadas con gas mostaza. Por último, el Pentágono reconoció que al menos 5.000 soldados estuvieron ex–puestos al gas sarín, en el momento en que destrozaron un bunker iraquí. En lo que se refiere al resto de los damnificados, ciertos especialistas culparon a las vacunas que han recibido las tropas para resguardarlos de casuales asaltos bactereológicos. Otras fuentes autorizadas responsabilizan de la enferme-dad al empleo de proyectiles perforantes, por la parte de la artillería y los blindados occidentales, fabricados con materiales radioactivos. Sin embargo, a estas múltiples ediciones el síndrome del Golfo sigue afectando a los ex- combatientes de la Operación Tormenta del Desierto sin que se conozca –por lo menos por par-te de la opinión pública mundial- sus verdaderas causas y las responsabilidades emanantes de exactamente la misma. Tampoco se conoce con seguridad como es el efecto de este síndrome sobre la población civil iraquí. Como puede apreciarse, las armas químicas son un inconveniente que perjudica no solo a la naturaleza de los conflictos armados y a la seguridad en todo el mundo en su grupo sino su peligrosidad se proyecta en forma global más que nada el mundo, puesto que no existe conciencia en la población civil de que exactamente las mismas logren ser usadas, lo que llevaría a una demora en su diagnóstico, y además de esto por la masividad de su acción, sobrepasaría la aptitud de salve, transporte y atención de las víctimas, provocando un auténtico colapso de las construcciones sanitarias de cualquier nación. Por el Dr. Adalberto C. Agozino Es Doctor en Ciencia Política. Instructor Titular de Sabiduría del Centro Universitario de la Policía Federal Argentina y Instructor Titular de la Cátedra de Política de Seguridad y Defensa de la Escuela Superior de Gendarmería Nacional. Fue Ministro Asesor de la Embajada Argentina en Moscú. De todo el mundo – 3/5/2005

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